miércoles, 14 de septiembre de 2011

Los Maya Chontales de Tabasco.

Tabasco


Los Maya Chontales son más de 78.000 y habitan en las tierras tropicales y húmedas de la porción centro norte del Estado de Tabasco, en pequeños asentamientos rurales a lo largo de los ríos que atraviesan los municipios de:
  • Nacajuca.
    • Tapotzingo.
    • Guaytalpa.
    • Mazateupa.
    • Tucta.
  • Centro
    • Buenavista 1ª Sección.
    • Tamulté de las Sabanas
  • Centla (en menor medida)
  • Macuspana (en menor medida)
  • Jonuta  (dispersos)
  • Jalpa de Méndez (dispersos)
  • Cunduacán (dispersos)
  • Tacotalpa (dispersos)

Las llanuras y pantanos de Tabasco ocupan más de 90 por ciento de la superficie estatal. Las selvas, que un día ocuparon más de la mitad del territorio, hoy cubren sólo poco más de 4 por ciento. Múltiples ríos atraviesan este territorio: Grijalva, Medellín, Chilapa y Aztlán, entre otros, en el municipio de Centro; en el área de Tamul- té, los ríos importantes son el Jolochero y La Culebra.
Igualmente diversa es la fauna encontrada en el lugar que, con la destrucción de sus ecosistemas, se ha refugiado en los relictos selváticos, en los acahuales y en las zonas pantanosas. En la zona de los lomeríos, las especies más relevantes son el tlacuache, el armadillo, el zorrillo, el pijul y el zanate, entre muchas especies más. Las especies acuáticas son muy importantes por su valor de uso y su valor de cambio; entre otras, se encuentran el pejelagarto, el bagre, la mojarra paleta, la mojarra costarrica, el robalo blanco, el robalo prieto y varias especies de tortugas, como la jicotea, la guao, la chiquiguao y el pochitoque.




Chontal proviene del náhuatl chontalli (extranjero) en español, y fue impuesto por los antiguos mexicanos a poblaciones localizadas allende sus fronteras. Existen otros grupos indígenas en Guerrero, Oaxaca e incluso en Nicaragua que también se denominan chontales, aunque sin ninguna relación cultural o lingüística entre sí.


Los chontales de Tabasco se denominan a sí mismos yoko yinikob (“hombres verdaderos”) y yoko ixikob (“mujeres verdaderas”), que hablan el yoko t’aan (“la lengua verdadera”, una de las 30 lenguas que conforman la familia maya).  Los tojolabales de Chiapas se refieren a sí mismos de un modo similar.
El yoko t’aan, junto con el chortí hablado en Guatemala, el chol hablado en Chiapas y, actualmente, también en la región tabasqueña de la sierra, conforman el grupo chol o choloide. A su vez, dichas lenguas están relacionadas con el mopán, el maya yucateco, el lacandón y el itzá. La mayoría son bilingües.


Existen variaciones dialectales mutuamente inteligibles en el yoko t‘aan.
  • el dialecto de Tapotzingo, en el área de Nacajuca.
  • el dialecto de Benito Juárez, que incluye las variantes del sur
  • el dialecto de Tamulté de las Sabanas, el cual es la forma más divergente y es representativo de las variantes del área del Usumacinta norte.
Los chontales representan más del 60% de los hablantes de lengua indígena de Tabasco (130.896, donde tzambién se habla chol, maya, náhuatl, tzotzil, tzeltal, zapoteco, etc.). Los chontales que hablan la lengua indígena son 62.027. En los últimos 20 años la población ha experimentado un constante aumento, del orden de 35.28 por ciento. Sin embargo, muchos chontales de Tabasco, al igual que muchos otros indígenas en el país, siguen padeciendo las condiciones de marginación más agudas. Por otro lado, sus elementos culturales son tomados y convertidos en folclor y usados como símbolos de identidad regional, a la par que existen actitudes racistas y discriminatorias hacia ellos. Esto último es un factor que impide el fortalecimiento de la identidad cultural y el desenvolvimiento personal fuera de los ámbitos comunitarios


Se sabe poco de la identidad étnica chontal, acerca de cómo se definen a sí mismos y cómo definen a aquellos con los que entran en contacto. Varios trabajos han destacado la pérdida de sus costumbres ante el embate modernizador, la desestructuración de la organización social comunitaria o la continua integración del grupo a la cultura nacional. Todo esto terminaría por hacer desaparecer a los chontales como grupo diferenciado, sumándose “subrepticiamente en la masa de la cultura ladina, como una masa anónima marginada” (Incháustegui, 1987). Se les niega así la posibilidad de transformación y su capacidad de adaptación (tan bien demostrada a lo largo de siglos de agravios).
En Tabasco, como en el resto del país, tanto para mestizos como para los propios indígenas, la categoría de “indio” o “indígena” tiene una fuerte carga de prejuicios. Como resultado, el indio en ocasiones busca ser mestizo. En el discurso cotidiano, si una persona habla chontal, es indio.
Pero también existen actitudes favorables y discursos que valoran al idioma y, por tanto, valoran su pertenencia al grupo étnico (García y Vásquez, 1994).

HISTORIA DE LOS MAYA CHONTALES
A la llegada de los españoles, el actual estado de Tabasco estaba habitado por chontales, zoques y nahuas.
Los chontales, los más numerosos, se encontraban distribuidos en asentamientos en las áreas cercanas a los ríos Candelaria, Usumacinta, Chilapa y Grijalva. 
Los chontales prehispánicos desarrollaron un portentoso sistema económico basado en la comercialización y en la utilización de las múltiples rutas fluviales que comunicaban a regiones distantes entre sí. Esta habilidad para navegar permitió un flujo constante de bienes y personas a través de rutas bien establecidas que vinculaban a Tabasco con Chiapas, Soconusco, Guatemala y el Altiplano Central.

SIGLO XVI.
Al derrumbe de este complejo sistema económico siguió el establecimiento de uno nuevo basado en la explotación de la fuerza de trabajo indígena. La población nativa, sujeta ya al dominio español, fue obligada a tributar aves de corral, maíz, frijol y, sobre todo, cacao; este último producto era exigido incluso a poblaciones, como los zoques de la Sierra, que lo producían en pocas cantidades, o bien no lo producían en absoluto.
Conforme pasaron los años, el tributo fue exigido en moneda y no en especie, por lo que los indígenas se vieron en la necesidad de vender su fuerza de trabajo, ya fuera en las haciendas y estancias ganaderas o en casas de españoles. Para 1721, todos los pueblos bajo la jurisdicción española estaban obligados a pagar en efectivo.
Como todas las poblaciones que fueron dominadas por los españoles, la chontal sufrió una drástica y casi mortal caída. Entre las causas de la rápida disminución de la población nativa se encuentran las enfermedades y epidemias que asolaron a la población, las bajas en los enfrentamientos, la desestructuración del sistema comercial y la sobreexplotación laboral. De los 160.000 indígenas que se calcula habitaban la zona al momento del contacto, en 1549 había 13.574, y para 1579 quedaban sólo 8.766. A lo largo de la etapa colonial, los abusos de los amos españoles fueron constantemente denunciados por los indígenas y, en algunos casos, los menos, dichas denuncias llegaron a oídos de las autoridades. Así, la Corona y las autoridades locales buscaron, a veces, frenar algunos abusos enviando visitadores y ordenando que se hicieran investigaciones y se aplicaran sanciones.

Durante el siglo XVI, las diferentes regiones de la provincia se especializaron en distintos tipos de actividades. En la Chontalpa se dedicaron a la producción intensiva de cacao, mientras que en la costa y en la sierra al transporte de mercancías, animales y personas, que los indios tenían que transportar en hamacas
La caída demográfica trajo como consecuencia una baja en la producción de cacao, sin duda acentuada por la competencia de otras provincias que lo producían y vendían a menor precio, así como a los constantes ataques piratas; en algunos casos se hizo necesario mudar algunos asentamientos. Debido a estos factores —la baja demográfica, la competencia de otros lugares y el acoso pirata— se obligó a la población de la sierra a dedicarse en mayor medida a la producción de cacao.


SIGLO XVII.
Con la población indígena en franco descenso, la Corona fue adjudicándose algunos de los pueblos más ricos, mientras que otros seguían en manos de particulares. Para el siglo XVII el rey era el titular de prácticamente todas las encomiendas.

SIGLO XVIII.
En 1700, con la llegada de los Borbones al poder se establecieron medidas relativas para mejorar la administración de los impuestos sobre compraventas (alcabalas) y regular más efectivamente el comercio entre la metrópoli y sus colonias, lo que permitió en 1789 el comercio libre a la Nueva España; esto hizo posible el resurgimiento del cultivo de cacao y de otros productos. Aunado a la ampliación de mercados y al aumento de la producción, se agudizó la presión sobre la posesión de la tierra.
Los no indios de la provincia intentaban apropiarse, con frecuencia mediante la adquisición fraudulenta, de las tierras en manos de indígenas, ya fuera por estar desmontadas, por los cultivos con valor comercial o por su cercanía a las redes fluviales, el principal medio de comunicación. Así, la creciente presión sobre la posesión de la tierra en una época de relativa recuperación económica repercutió en la pérdida de las tierras de los indios. Como en siglos anteriores, en el XVIII se utilizaba el ganado para obligar a los indios a abandonar sus tierras y se reportaron casos en que pueblos, como Oxiacaque, exigían a las autoridades el pago de los destrozos de sus cultivos y el respeto a las delimitaciones de sus tierras. En este siglo la encomienda estaba ya en franca decadencia, mientras que la propiedad privada cobraba mayor importancia. 
Habiéndose iniciado en el siglo XVIII una recuperación económica, y una vez librada en gran medida de los ataques piratas que asolaron la zona en siglos anteriores, la Chontalpa despertó nuevamente el interés de los hacendados. La recuperación demográfica fue propiciada por la atracción de mano de obra estacionaria, pero también por la existencia de mayores defensas inmunológicas
Al finalizar el siglo XVIII los indígenas de Tabasco representaban más de la mitad de la población de la provincia; los informes de la época indican que habitaban en toda la provincia unas 35.803 personas, de las cuales 19.438 eran indios.
Sin embargo, aunque seguían siendo la mayoría, los chontales, zoques y nahuas no eran los únicos; habitaban 11.184 pardos, 2.300 “otras castas” y 1.178 españoles. Además, había 151 europeos y 26 clérigos.

SIGLO XIX.

En el siglo XIX, tras el rompimiento con el orden colonial, Tabasco pasó a ser un estado más de la incipiente República Mexicana. Durante este siglo, los indios de Tabasco pasaron a ser una minoría.

Para el caso de los chontales, se sabe que a principios del siglo XIX y hasta la primera mitad del mismo, el chontal de Tabasco se hablaba en 10 de los 17 municipios del estado (Villa, 1985)
Para finales de ese mismo siglo, los indígenas representaban menos del 10% de la población total. La pronunciada declinación de la población indígena, tanto en términos relativos como absolutos, pudo deberse a varios factores, como la aculturación (es decir, a la adopción de hábitos, costumbres y formas de vida mestizas) y a la pérdida de sus tierras (que se incorporaron al dominio de las haciendas), debido al desconocimiento de la personalidad jurídica y política que afectó a las sociedades indígenas en México, entre muchos otros (Warman, 2003). No obstante, cómo ocurrió todo esto en el caso particular de Tabasco es un tema aún abierto a la investigación histórica.

SIGLO XX.
Durante el siglo XX, las comunidades chontales experimentaron transformaciones y cambios fundamentales en su organización social: en la estructura familiar, en sus formas de producción y, en general, en su relación con el medio ambiente y en sus formas de regir la vida política; también hubo cambios en el vestido, el uso del idioma y en sus creencias religiosas. En mayor o en menor medida, estas trasformaciones han estado vinculadas a los grandes procesos socioeconómicos que han tenido lugar en el estado de Tabasco. La organización socioeconómica indígena tradicional, fundamentada en la producción para el autoconsumo más que para la venta y basada en la unidad familiar, en la cooperación y la ayuda mutua, y con la existencia de mecanismos de redistribución equitativa que impedían relativamente la acumulación de capital al interior del grupo (Cadena y Suárez, 1988), se transformó a tal grado que ya no es posible seguir pensando en estos términos cuando se refiere a los chontales de Tabasco.

Las descripciones sobre los chontales en los años cuarenta y sesenta (Harris, 1946; Villa, 1985) mencionan aspectos que ya se habían perdido, como el vestido tradicional. La influencia de la capital y del mundo exterior, con la presencia de escuelas y bienes materiales, habían ganado terreno. Otros cambios han operado como respuesta a las transformaciones del medio natural; tal es el caso de los cambios en el proceso de producción agrícola señalado; otros más han sido procesos de apropiación en los que ha intervenido el conocimiento agroecológico del grupo, como en la incorporación del “nescafé” a la tecnología agrícola chontal en la zona de Tamulté de las Sabanas.

Trajes folklóricos de los maya chontales de Tabasco.
LA ECONOMÍA

Siguen siendo agricultores y pescadores aunque una parte importante trabaje en el sector servicios. A raíz de la actividad petrolera, la economía monetaria fue adquiriendo mayor importancia; la migración cotidiana a centros urbanos, que en otros tiempos sólo desempeñaba un papel de complemento a la economía campesina, ahora es una actividad bien establecida y parte fundamental de la economía indígena.
  • Petróleo. Ha modificado los hábitos, costumbres y modos de organización de mestizos e indígenas de Tabasco. Antes del auge petrolero, las comunidades chontales mantuvieron una economía tradicional, dirigida básicamente al autoconsumo. La extracción de crudo en Tabasco se inició en los años cincuenta; durante las siguientes dos décadas la orientación de la industria petrolera sería satisfacer las necesidades internas con precios subsidiados, como forma de promover el crecimiento industrial del país. No fue sino hasta los años setenta cuando en el sistema socioproductivo regional, hasta entonces consolidado en torno a la ganadería extensiva, se introdujeron factores de cambio y la industria petrolera se convirtió en el principal eje económico. En virtud de la política económica nacional, que ahora consideraba la exportación de petróleo como una nueva y más elevada etapa de desarrollo del país, y de la notable capacidad técnica que Pemex había logrado para entonces, la actividad extractiva en el estado tuvo una extraordinaria expansión (Tudela, 1992)
    La rápida intensificación de las actividades petroleras en la región determinó cambios sustantivos en diversos ámbitos
    Por ejemplo, el modelo regional de acumulación se transformó y se modificaron los patrones de asentamiento de la población a causa del establecimiento de una nueva infraestructura de transporte, de la crisis de amplios sectores campesinos y de los sectores más vulnerables, y de la regionalización espacial de la oferta de empleo y de la demanda de bienes y servicios e inversión (Tudela, 1992)
    También hubo cambios fundamentales en el medio físico: se afectaron tierras por instalaciones de explotación, hubo derrames de petróleo crudo, sales, aceites, emulsiones, contaminación atmosférica, etcétera. Los daños al medio físico, sin embargo, no fueron exclusivos de la actividad petrolera ni se iniciaron con ella. La degradación ambiental fue el resultado sobre todo de una intensa deforestación y de la transformación del régimen hidrológico regional, antes de la intensificación de la explotación petrolera. Así, en un medio ambiente muy degradado, la intervención petrolera desencadenó una nueva fase del proceso de deterioro ambiental. En conjunto, los grandes procesos socioeconómicos del siglo XX en Tabasco (la producción platanera, pero sobre todo la ganadería extensiva y el petróleo), tuvieron consecuencias en el medio ambiente como nunca antes en siglos (Tudela, 1992)
    El impacto de la actividad petrolera fue menor en algunos lugares, Pero en otros afectó de forma profunda la organización social, costumbres y tradiciones. En algunos lugares la población indígena chontal fue prácticamente arrancada de sus actividades tradicionales para ser ocupada en abrir zanjas de oleoductos, como peones y cargadores. La efímera prosperidad alentó el abandono de la tierra y ésta pasó a otras manos (Cabrera, 1994). Al concluir los trabajos de infraestructura, se iniciaron las actividades de explotación y mantenimiento, en las cuales únicamente se ocupaba mano de obra calificada; con esto, los campesinos se enfrentaron a una severa crisis de desempleo. Un caso ilustrativo es el de San Carlos (Benito Juárez), Macuspana; ya en los noventa, con cerca de 30 mil habitantes, esta población era el asentamiento con mayor desempleo en Tabasco (López, citado en Cabrera, 1994). En otros lugares se construyeron carreteras que permitirían la instalación de maquinaria para la perforación de pozos, que atravesaron arbitrariamente poblados chontales y afectaron la tradicional distribución de las familias extensas; tal es el caso de Buenavista (Limón, 1990)
    Hacia 1980, las actividades vinculadas con el petróleo y los sectores de la construcción y de servicios urbanos, los cuales habían crecido enormemente, dieron posibilidades transitorias de empleo para el sector campesino. Así, en Nacajuca, el municipio con mayor presencia chontal, la población indígena prácticamente se volcó hacia el sector de la construcción (Córdova, 1994). La migración cotidiana fue posible debido a que, a la par que crecía el sector de la construcción y de servicios urbanos, en sus localidades el tamaño de las parcelas y la falta de trabajo en el campo impedían la satisfacción de las necesidades básicas: los campesinos se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo en el sector no agrícola. El desarrollo de una amplia red de comunicaciones terrestres permitió la intensificación de la migración cotidiana hacia los centros de población más grandes y de mayor crecimiento, como Villahermosa y Cárdenas (Tudela, 1992)
  • Agricultura, ganadería y pesca. En la actualidad, la agricultura ya no es la actividad predominante para muchos chontales, aunque en alguna medida todavía contribuye a la economía familiar. En algunos lugares, la ganadería ha ganado terreno. Los cambios en el medio físico han mermado la actividad pesquera de algunas poblaciones, dada la escasez de especies antes abundantes. Con respecto a la agricultura, la milpa de año, que anteriormente significaba la principal cosecha de maíz, constituye actualmente sólo una alternativa para completar la mala cosecha en el ciclo de tornamil o para emplear el tiempo disponible cuando no se consiguió un trabajo eventual.
  • Artesanía. La fabricación de artesanías (como sombreros, petates, cortinas y alfarería) se ha reducido considerablemente y en algunos lugares se puede decir que casi ha desaparecido;
  • Migraciones. Muchos de los chontales que viajan a trabajar a los centros urbanos, Villahermosa sobre todo, se emplean como mano de obra barata en el área de la construcción, como vendedores ambulantes y como obreros, aunque también hay jóvenes profesionales del periodismo, las actividades intelectuales y la administración pública. Las mujeres jóvenes se han empleado como cocineras, trabajadoras domésticas o dependientes de comercios, pero también como secretarias y maestras de escuela. La migración cotidiana es la de mayor importancia; la migración hacia otros destinos no ha sido investigada, aunque constan migraciones hacia polos turísticos, como Mérida y Cancún, en busca de empleo. Por otro lado, la migración internacional ha tenido poca importancia para los chontales (CIESAS Istmo, s. f.). La migración cotidiana ha cambiado las relaciones entre hombres y mujeres, aunque no se sabe en qué medida ha sucedido; un breve estudio realizado por Uribe y May (1994) muestra que se han generado conflictos entre hombres y mujeres, derivados del cambio en la tradicional estructura de roles asignados a ambos géneros. La absorción de la labor femenina en el sector servicios ha provocado graves problemas a nivel familiar y de formación de parejas. La independencia económica que están obteniendo las mujeres está vulnerando en alguna medida la autoridad tradicional del rol masculino. Los trabajos urbanos, a los que acceden con más facilidad las mujeres, implican un mayor prestigio que los que desempeñan comúnmente los hombres (agricultores, albañiles, obreros). Los conflictos derivados de esta situación bien pueden simbolizarse en el dicho local que reza: “cuando la mujer trabaja, el hombre se ahorca” (Uribe y May, 1994).
  • Vivienda. El aspecto físico de las comunidades también ha cambiado. Aunque de algunos trabajos a veces se desprenda lo contrario (Vásquez y Solís, 1992), en las comunidades chontales ya no es común observar las casas tradicionales construidas con materiales tomados del entorno. Estas casas tradicionales son rectangulares, generalmente sin ventanas, aunque cuando las tienen son pequeñas y están ubicadas en posición contraria a las puertas; tienen techos de dos aguas y constan de dos construcciones: una al frente que funciona como dormitorio y otra de menor tamaño que se utiliza como cocina. Algunos de los materiales empleados en su construcción son varas de jahuacté, caña brava y carrizo o tablones obtenidos de troncos de palma real o coco (Vásquez y Solís, 1992).
  • Servicios. Por otro lado, la mayor parte de las comunidades chontales están integradas al sistema carretero y bien electrificadas, aunque el abastecimiento de agua potable sigue siendo deficiente; en ellas existen clínicas de diferentes categorías, escuelas de nivel preescolar, primaria y, sólo en algunas, secundaria y preparatoria (Incháustegui, s. f.)
  • Educación. La escuela fue introducida en los años cuarenta, cuando maestros ladinos castellanizaban a jóvenes, varones exclusivamente, y la enseñanza se impartía hasta tercer y cuarto grado únicamente. De acuerdo con el INEGI (2000b), en Tabasco —en el año 2000—  el 56.6 por ciento del total de la población de 15 años y más, carecía de educación básica completa, uno de los peores índices de México. En las localidades con población mayoritariamente chontal, la situación es aún peor.aunque disfrutan de un porcentaje más alto de personas con secundaria terminada con relación a los otros tipos de municipios y al porcentaje estatal, lo cual podría explicarse por una particular actitud hacia la educación. Los jóvenes son motivados por sus padres a terminar sus estudios secundarios porque, así, dichos jóvenes tendrán mayores oportunidades de trabajo fuera de sus comunidades. Al terminar sus estudios de secundaria la mayoría se integra al mercado laboral, principalmente en el área de servicios.
Trajes folklóricos de los maya chontales de Tabasco.
LA RELIGIÓN

La mayoría de los trabajos que abordan el tema son demasiado generales, o bien, basan sus análisis en descripciones etnográficas muy breves y generalmente pobres. Así, con relación a la cosmovisión se dice que los chontales conciben el universo como integrado por tres niveles o planos en una dimensión vertical (Vásquez y Hernández, 1994). En medio estaría el territorio chontal, abajo se encontraría el inframundo y en la parte superior se localizaría el cielo. Desgraciadamente, el material empírico a partir de cual se concluye lo anterior es de carácter fragmentario y se trata de comentarios o pequeños relatos. Lo mismo vale cuando se habla acerca de las deidades.
Los chontales de Tabasco son, en su mayoría, profundamente católicos. Una característica importante de la religiosidad chontal es la veneración a las imágenes del santoral católico, que incluye las diferentes advocaciones de la Virgen María y de Jesucristo, y las representaciones que el catolicismo popular y otras religiones no católicas han creado en torno a la figura de Dios (Rubio, 1994). Cada comunidad indígena venera a un santo al que se le atribuyen cualidades particulares y sobrenaturales.
En torno a cada santo se celebran fiestas patronales anuales. El culto a la Virgen de Guadalupe se encuentra muy extendido entre los sectores mestizos e indígenas de Tabasco, aunque entre los chontales ocupa un lugar secundario. Sólo en algunos pueblos indígenas, como el de San Carlos (Villa Benito Juárez), perteneciente al municipio de Macuspana, es posible encontrar manifestaciones devocionales colectivas a esta última imagen.
Entre las más importantes advocaciones de la Virgen María y Jesucristo, están la Virgen de la Asunción, el Señor de Tabasco y el Señor de Tila. El culto profesado a este último es de particular importancia en la conciencia religiosa chontal. El Señor de Tila debe su nombre a la población que alberga su santuario, habitada por indígenas choles y localizada en la serranía septentrional de Chiapas. Es el gran protector de los choles y uno de los santos más poderosos, prestigiados y milagrosos de toda la región, cuya devoción va más allá de los límites locales (Marion, 1994). Al santuario acuden peregrinos tzeltales, tzotziles, mayas de Campeche, yokot’aanob y mestizos provenientes de Tabasco y de lugares más lejanos, como Oaxaca y Veracruz. Dentro del ciclo anual de celebraciones en Tila, el jueves de Corpus Christi es la fiesta de mayor importancia.
Por otra parte, la religión chontal integra en su sistema de creencias el culto profesado a los llamados “Dueños de la naturaleza”. Éstos tienen un carácter dual: se les respeta y se les teme; son tanto benefactores como protectores, al igual que instigadores y provocadores de peligros y calamidades. A algunos de ellos se les llega a asociar con cierta concepción del mal, diferente a la concepción judeo-cristiana (Rubio, 1994)
Estos seres son, entre otros: Yum pa’, dueño de las lagunas y ríos; Yum tee, dueño de los bosques; Yum chab, dueño de la miel, y Yum ka’, dueño de la tierra, quien tiene un lugar especial en la cosmovisión chontal e interviene en forma más determinante en su vida cotidiana; a él se le atribuye el dominio de todos los elementos existentes en la naturaleza y es el dueño de las milpas y los animales. Los brujos se dirigen a él para establecer pactos para recibir, conservar o ampliar sus poderes. Aunque cada vez en menor medida, a ellos se les ofrendan alimentos y bebidas: aguardiente de caña, dulces, el pozol preparado con maíz, cacao y agua; el caldo de maíz llamado uliche; chicles, cigarros y puros. Los cambios en el sistema de creencias chontal han disminuido las ofrendas dedicadas a estos seres
Sin embargo, es sobre todo el culto a los dueños de la tierra el que más ha logrado mantenerse vigente en la idea religiosa chontal (Rubio, 1994).
Los antiguos rituales agrícolas como los destinados a acusar a los animales y pedirles que no regresaran a las milpas a causar daños o los destinados a hacer llover, realizados por los rezanderos, o k’antiyahob en chontal, han dejado de realizarse en muchas localidades. Sólo algunos rituales agrícolas, como el kush p’an chob noj (“comer la primicia del maíz tierno”), son practicados en algunos lugares, como en Tamulté de las Sabanas (CIESAS Istmo, s/f).
Los rituales domésticos han sufrido una suerte similar, tal es el caso del xek-meké. Esta ceremonia, al igual que el hetz’mek de los mayas peninsulares y el mek’bir de los mayas lacandones, es un rito de iniciación por medio del cual se integra a los niños de ambos sexos a los diferentes ámbitos de la vida social y se les enseña a comportarse de manera adecuada, según las pautas y reglas básicas de su cultura (Marion, 1994). En el ritual, los niños son cargados a horcajadas por un padrino o una madrina, a la vez que les son mostrados instrumentos que les serán útiles en su vida (como lo pueden ser utensilios para el trabajo agrícola, a los niños, y de coser o de cocina, a las niñas; aunque también se les muestran lápices, cuadernos, etcétera).









Bibliografía: Chontales de Tabasco. José Manuel Flores López. Mexico. CDI, 2006. ISBN 970-753-050-2 

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