martes, 1 de febrero de 2011

Duelo y luto. La superación de la muerte.

Pradilla Ortiz. Juana La Loca.1877.
La muerte suscita en todos los contextos culturales las mismas reacciones. En las sociedades arcaicas, la muerte ajena, como reflejo de la propia, era controlada por las invenciones mitológicas y religiosas y por la ayuda muta y se resolvía el dramatismo de la situación mediante las instituciones del luto. La muerte afligía al  grupo y al transformase en un hecho social, la solidaridad del grupo quedaba salvaguardada. Entre la sociedad y el difunto se instituía un intercambio recíproco: mediante los alimentos, el difunto era insertado en la vida del grupo; el muerto donaba su mujer y la tierra del clan a un miembro vivo de su familia con el fin de revivir asimilándose a él.
A menudo, aparecían comportamientos agresivos, que trataban de castigar al culpable del acontecimiento:

  • Dirigidos al difunto, como si hubiese abandonado voluntariamente sus deberes para con el grupo.
  • Autolesiones.
  • Castigos impuestos a la viuda.

Las sociedades modernas controlan la muerte a través de la burocratización, que despoja a la familia de sus funciones sociales. El hospital toma a su cargo al paciente grave y gestiona la crisis de su muerte. La industria fúnebre prepara el cuerpo para la sepultura y se encarga del cumplimiento de la mayor parte de las funciones fúnebres.

El duelo está constituido por las reacciones sicológicas ante la muerte. Las crisis interrumpen las modalidades usuales del comportamiento de los afectados.
  • Angustia: Incertidumbre e imagen caótica del mundo.
  • Estrés.
  • Depresión. Más que una depresión prolongada, se dan crisis agudas y episódicas en las que se interrumpen todas las actividades vitales.
  • Soledad.
  • Rabia y culpa. Se intenta identificar la causa de la muerte, siempre externa al muerto, y en las sociedades preindustriales se atribuye a las mujeres de la familia, en especial a la viuda. Los familiares afirman haber hecho todo lo que estaba en su mano para mantenerlo vivo, ayudarle a morir, etc.
  • Búsqueda.
  • Desorganización, inquietud, agitación... que aumentan cuando nuevas personas entran en su habitación.
  • Disminución del apetito. Bulimia.
  • Somatización, con los mismos síntomas que padecía el difunto.
  • Adopción de la forma de hablar y de los gestos del difunto.
  • La pérdida de conciencia se refleja en una fenomenología muy variada de cambios de personalidad que incluye todo un abanico de síntomas (demayo, ausencia, estupor, trance...). La pérdida de conciencia economiza las reacciones sicofisiológicas y el afectado se evade así de una experiencia que se le hace insoportable. Puede durar de unos cuantos minutos a varios días.
    • Se denomina trance del que llora a un estado de suspensión de la realidad similar al inducido mediante hipnosis, caracterizado por una mirada fija y vacua y ralentización de las reacciones motoras.
  • Los paroxismos consisten en estallidos de furor incontrolado y deseo autodestructivo y autolesivo, reflejo de una desordenada agudización del sufrimiento.
    • En la exhibición del cuerpo desnudo la carga del sufrimiento hace olvidar las normas del pudor.

La duración del duelo es muy variable. En clínica, arbitrariamente se ha fijado un plazo de seis meses a partir del cual la permanencia del duelo es patológica. Recibe el nombre de duelo insuficiente o anómalo y es un tipo de depresión crónica que puede derivar en tentativas de suicidio, paranoias, histerias, sicosis. También se considera patológica la ausencia total de duelo.

El luto es el conjunto de las prácticas sociales asociadas. El duelo se ritualiza en gestos, movimientos y palabras y gracias a ello se evita caer en un estado de permanente confusión y sufrimiento.
  • En las sociedades urbanas industriales, el grupo no desempeña función alguna, el duelo se reprime y puede desembocar en una neurosis.
  • En las sociedades preindustriales, el grupo conforta a los familiares del muerto con su solidaridad y con diversas invenciones culturales que mitigan la angustia y ayudan a superarla. La muerte no es un acontecimiento privado, sino que tiene gran importancia social. La muerte se ve en sí misma como un escándalo, un desorden, un contagio que amenaza ante todo a los sujetos del luto, las personas próximas al fallecido. No se reconoce su faceta de fenómeno natural. En el caso de la muerte de un jefe, el grupo se sume en un desorden radical, con disturbios sociales y saqueos rituales. La duración del luto es variable en función de la cercanía de parentesco con el muerto y está regulada en todas las culturas. Los miembros de la comunidad que no son parientes se limitan a observar conductas que manifiestan su solidaridad. El levantamiento del luto es forzado por el grupo y supone un conflicto entre la exigencia de reintegrarse a una vida normal y el sentimiento de culpa por el abandono de las formas de lamento. El cuidado del cadáver, el llanto, los vestidos y las expresiones paroxísticas del luto suelen ser competencia de las mujeres. En especial, la viuda es de alguna forma culpabilizada y sometida a un largo periodo de aislamiento y a duras formas de castigo. Los varones, por el contrario, deben asumir una actitud de férreo autocongtrol. Conductas relacionadas con el luto:
    • Preparar el cadáver, considerado aún vivo, de forma ritualizada, para su exposición, cortejo fúnebre y entierro o incineración. La preparación puede llegar a ser muy complicada, como en el caso de la momificación.
      • Lavar el cadáver. Es una tarea de las mujeres de la familia.
      • Ungirlo con aceite.
      • Vestirlo y adornarlo con guirnaldas, cintas y joyas.
        • En Europa, la muerte está conectada con el matrimonio  y está difundida la costumbre de vestir al difunto con el traje nupcial.
      • Atenuar por un breve lapso de tiempo el horror del rostro y del cuerpo para presentar al difunto como una persona todavía dotada de rasgos humanos. Cerrar los ojos y la boca del cadáver.
      • Evitar que cabellos y uñas queden fuera del ataúd, porque alguien podría apoderarse de ellos y utilizarlos para hechizos.
      • Entre los católicos es frecuente cruzar las manos del difunto.
      • Añadir los objetos que le protegerán o que va a necesitar. El difunto se convierte en depositario de los mensajes que se quieren enviar al más allá con destino a otros difuntos:
        • Era costumbre casi universal depositar una moneda en el féretro o en la boca o manos del difunto. Se presupone que ha de hacerse un pago para acceder al más allá.
    • En las culturas occidentales suele existir la obligación de exponer el cadáver, al menos por un día, para su presentación por última vez a los amigos y celebrar el lamento fúnebre. Es frecuente el beso en la frente al cadáver expuesto.
    • Enterrar o incienerar al muerto. Tiene varias funciones
      • Apartar al muerto del grupo social, al cual ya no pertenece. Se evitan los sentimientos de miedo y angustia. Esta función es la más importante en los pueblos cazadores recolectores. Puede crearse una imagen y agresiva del muerto que clama satisfacción a través del sacrificio ajeno, en especial de las mujeres del grupo.
        • Los muertos pueden ser considerados peligrosos; pueden arrastrar a los demás miembros del grupo social consigo. El cumplimiento de los ritos funerarios asegura la descomposición normal del cadáver y la definitiva separación del  grupo de los vivos.
        • El propio cadáver, como un excremento, es contaminante y junto a él los objetos que le pertenecían y su estancia. En especial, también los sepultureros o aquellos que tocan al muerto. Esta impureza es tan importante que algunos estudios reducen a ella el conjunto del luto.Con la muerte, la violencia contagiosa penetra en la comunidad y los vivos han de protegerse de ella.
          • Arrojar por la ventana el agua contenida en recipientes en la habitación del difunto.
          • Las lápidas sepulcrales son un medio para impedir que los difuntos regresen al mundo de los vivos.
          • Colocar al muerto con los pies vueltos hacia la puerta del hogar, para que se aleje lo más rápidamente posible.
          • Hacer rápidamente la colada de la ropa que el muerto usó.
          • Enterrar al muerto en la misma postura usada para nacer. Se cree que así el muerto permanecerá ligado a la fosa.
          • Quemar el jergón del difunto lo antes posible.
          • Atrancar las puertas de las casas mientras pasa el difunto.
          • Seguir un camino deliberadamente tortuoso para desembarazarse del muerto, habitualmente interponiendo un curso de agua entre el muerto y los vivos.
        • El muerto (y su reaparición periódica) es una potencia negativa que hay que transformar en positiva mediante prohibiciones, normas, ritos.
        • Se practican los ritos fúnebres para la purificación y la expulsión de la potencia maléfica. Las personas en luto podrán retomar la vida normal cuando hayan pasado por varias pruebas purificatorias.
        • La mala muerte (suicidios, accidentes, en el parto, ahogados, ajusticiados, etc.) puede afectar a todo el grupo de pertenencia del fallecido. Es preciso deshacerse del cadáver, que es particularmente peligroso.
        • En contraposición con lo anterior, en otras culturas los sujetos del luto pueden simultanear sentimientos ambivalentes, y desear mantener al muerto junto a ellos y pensar que el muerto se opone a su transporte y vaga en torno a su morada. Puede imaginarse el cadáver como muerto viviente, o un alma viva, una forma liminal de supervivencia que impide la separación de los parientes y pueden darse formas culturales de apariciones. Entre vivos y muertos se establece un intercambio de buenos oficios.
      • Reintegrarlo en las relaciones sociales como antepasado, proporcionando protección y seguridad. Esta función es la más importante en las sociedades agrícolas y ganaderas.
      • Expresar el estatus de la familia del muerto, que despliega su poder en la celebración de los ritos.
    • Vestir ropa especial. La ropa y el color son los símbolos más patentes de la condición de luto. Dominan el negro, el rojo (relacionado con la transmisión de sangre y energía al fallecido que puede incrementarse mediante el sacrificio de animales o incluso de seres humanos) y el blanco (los albinos y los europeos fueron tomados como antepasados reencarnados).
    • Visitar a los parientes del muerto. Con las visitas se expresa la solidaridad. Constituyen un aspecto de la reciprocidad y es habitual llevar un registro y control de quienes han cumplido con esta obligación.
    • Homenajes florales, que están relacionados con la idea de que las flores revitalizan al muerto.
    • Extensión a los objetos y animales. Cintas y gallardetes en casas, vehículos, etc. Pintar del color del luto muebles, puertas, ventanas... Anunciar a las abejas y a los animales domésticos la muerte del amo.
    • Moderación del duelo. Supone sustituir un comportamiento natural (llorar) por una norma cultural (no llorar). El exceso de llanto puede impedir el reposo de los muertos. En otras culturas, la muerte es un acontecimiento positivo relacionado con la inmortalidad.
    • Lamento fúnebre. Luto deriva de lugere, vinculado a una raíz arcaica cuyo significado es romper. El término aludía a los comportamientos típicos de respuesta ante la pérdida, que consisten en intensas manifestaciones rituales de autolesión asociadas al llanto. Son paradigmáticos los lamentos fúnebres en las sociedades islámicas. De Martino ha distinguido varias fases:
      • Aturdimiento estupefacto, ante la presencia del cadáver.
      • Violenta autoagresividad destructora.
        • Intentos reales o simbólicos de destruir la propia morada.
      • Llanto ritualizado, controlado y tutelado.
        • Llanto impersonal y ahistórico: Los gritos y alaridos se convierten en estribillos repetidos a intervalos regulares.
        • Llanto personal e histórico: Entre estribillo y estribillo se singulariza el dolor, tiene lugar el discurso individual, pero siguiendo modelos determinados.
        • La plañidera es una mujer que, gratuitamente o a cambio de una compensación, desempeña el papel de mediadora técnica de las formas y pausas de la lamentación, garantizando que el rito se cumpla en su integridad, tenga validez y satisfaga al difunto y a los supervivientes. Las plañideras fueron sustituidas en la cultura católica occidental por las monjas, quienes siempre reciben dinero a cambio, y las damas pías. Entre los guaraníes, mujeres pagadas lloran al muerto ante su tumba tres veces al día durante meses.
    • La gestualidad
      • Gestos con frecuencia simulados y teatrales, responden eficazmente a una situación de duelo intenso y de abandono.
      • Otros gestos, como balancear el cuerpo y la cabeza, levantarse y sentarse, golpearse el pecho, dar golpes con las palmas, frotarse repetidamente los muslos, dar pasos como de baile, responden a la carga de angustia, aunque no tienen un significado propio.
      • Soltarse y mesarse los cabellos, desparramarlos sobre el cadáver, arrancarse mechones, constituyen gestos especiales, autolesivos y principalmente femeninos además de constituir una ofrenda al difunto y el abandono del cuerpo al descuido y al luto.
      • En algunas culturas, la muerte se acompaña de un desorden que pretende imitarla con finalidad catárquica. 
        • Un caso especial puede ser la desnudez de las mujeres en luto practicada en algunas sociedades africanas.
        • Elementos lúdicos y ridículos dirigidos a disipar la atmósfera sofocante de la muerte. Pueden contener una apelación a la divinidad.
        • Bailes rituales durante el velatorio.
    • Conmemoraciones periódicas.
    • Abrir puertas o ventanas de la casa del muerto, para que salga el alma o cerrarlas para que no salga.
    • No salir de casa. No trabajar. Corresponde a la necesidad de aislarse en el duelo.
      • Frecuentemente, está prohibido barrer, como expresión del abandono del cuidado por la casa. Se explica a veces como una forma de evitar que al barrer se aleje del hogar el alma del difunto. Tras el transporte del cadáver hay que barrer inmediatamente, para que el alma salga de la casa unida al cuerpo.
    • No comer o consumir alimentos de forma ritual. La repugnancia a consumir alimentos conlleva la representación de la propia muerte.
      • El consuelo es una prestación alimentaria dirigida por la comunidad y el grupo parental a la familia en luto, que recibe pasivamente los alimentos. Es un mecanismo por el que se eluden las prohibiciones del luto, sin que los evasores se consideren culpables. Está regulado por una etiqueta tradicional que obliga a que los destinatarios consuman los alimentos íntegramente. Materializa la relación entre los supervivientes y el muerto de quien se da por sentado que participa en el consumo de los alimentos.
      • El banquete fúnebre es una prestación directa de los sujetos del luto al grupo que participa en el luto. Se considera un momento importante de colectivización. Se consideran especiales lazos de conexión comer los alimentos tras haberlos hecho pasar por encima del cadáver. El banquete quizá haya reemplazado a la canibalización del pariente muerte. Puede conducir a excesos de tipo orgiástico y exhibicionista, excesos alimentarios y ebriedad.
      • Ambos comportan obligación de reciprocidad.
      • El pan, alimento primordial en muchas culturas junto con el vino y el agua. Toma una significación especial:
        • Ofrenda al difunto.
        • Revitalizador de los supervivientes. Reinstaurador del orden amenazado. Comunión. En este caso, el pan distribuido no debe ser preparado en el hogar ni por los parientes cercanos al difunto. Esta función está relacionada con la exhibición de excedentes, la limosna, etc. Por otra parte, está prohibido que el pan o la harina con la que se fabrica, hayan estado en contacto con el muerto.
        • Alimento del difunto en el mundo de los muertos, esencial para el regreso al mundo de los vivos.
    • La sexualidad es una las defensas más eficaces contra la depresión.
      • En los más próximos al finado suele producirse una abstención, voluntaria o involuntaria, dentro de un marco de astenia y renuncia a la vida (libido deficiens). En el luto, esta deficiencia se supera pronto y se vuelve a aceptar la dinámica del eros. La carga erótica puede incluso incrementarse en las culturas que reafirman la supervivencia a través del acto sexual.
        • En algunas culturas, el acto sexual es impuesto en forma de rito. Muchas tribus de África austral y oriental imponen a la viuda o al viudo un coito, como acto final de la ceremonia de purificación.
        • En el velatorio, es habitual que en cierto momento los asistentes comiencen a contar relatos ridículos y obscenos y a recurrir a juegos de trasfondo sexual que provocan una risa inesperada. No hay que descartar que este comportamiento se deba a la histeria.
    • No acostarse y respetar el silencio mientras el cadáver esté en la casa.
    • No sentarse de forma normal.
    • No mirarse al espejo ni  a superficies reflectantes. Dar la vuelta o cubrir los espejos. Los espejos se consideran peligrosos, relacionándolos con la imagen del muerto o del diablo.
    • No participar en fiestas, juegos o banquetes.
    • Prohibiciones diversas:
      • Las madejas, porque el alma podría enredarse en ellas.
      • Las mortajas con nudos o costuras porque obstaculizarían los actos para alcanzar el más allá.
      • Agitar la cadena de la chimenea porque sus oscilaciones provocan vaivenes en la cabeza del muerto.
      • Pronunciar el nombre del finado.
      • Sepultar al muerto con oro.
      • Quitar la mesa después de la cena, pues el muerto puede volver hambriento.
      • Sacar de la habitación los bienes del finado.
      • Participar en los funerales las mujeres embarzadas, viudo, viuda, padre o madre del difunto.
      • Cortarse la barba, el pelo y las uñas aunque a veces se prescribe el rapado de la cabeza. El respeto higiénico y estético del propio cuerpo parece una ofensa al difunto. Esto va asociado a la prohibición de lavarse. Se visibiliza así el estado de impureza.
      • Etc.
      • En el judaísmo se prohibe durante siete días el trabajo manual, las transacciones comerciales, el baño y la unción del cuerpo, llevar zapatos o sandalias, leer o estudiar la Torah, excepto Job y Lamentaciones, tumbarse horizontalmente en la cama, tener relaciones sexuales, trabajar y preparar vestidos y cortarse el pelo.
    • Ritualidades de inversión: Se invierten las funciones, los usos sociales, etc. Quienes llevan el pelo largo, se lo cortan, los que se rapan, se lo dejan crecer, los que van vestidos se desnudan o llevan ropas viejas, los que se visten de manera colorida visten de negro o blanco. Se invierten las circunambulaciones: son normalmente hacia la derecha y en los ritos fúnebres hacia la izquierda. Se utiliza la mano izquierda exclusiva o preferentemente. Simbolizan una regresión al caos, la inversión de funciones que está vinculada también al fin de año o al carnaval.
La ritualidad de la muerte es un rito de paso dividido en tres fases:
      • Abandono de un estado de impureza y peligro en que se encuentran los afligidos por el luto.
        • Entre los guaraníes, las personas de luto son sometidas a las mismas obligaciones y prohibiciones que los homicidas y las muchachas en su primera menstruación.
      • Periodo liminar. El sujeto del luto suspende su propia vida o está reducido a la condición animal. Todos los habitantes de la casa afligida por la muerte deben dejar de trabajar. 
      • Reincorporación a un nuevo estado.
Cuando se deja el luto, el sentimiento de culpa ha sido vencido. La duración y formas del luto son impuestas desde fuera y liberan de la culpa por olvidar al difunto.

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