domingo, 10 de octubre de 2010

Morfología del grado erectus.

Homo erectus



Rightmire (1990) recuerda que el diagnóstico formal de una especie debe basarse en sus rasgos apomórficos y no en los plesiomórficos.
Ø  Por tanto, la bipedia no nos sirve como característica definitoria, como había propuesto Dubois, pues hoy sabemos que este rasgo es primitivo.
Los verdaderos rasgos distintivos, se relacionan con el cráneo (Stringer, 1984; Wood, 1984)
  1. Capacidades craneales 700-1.250 cc, superiores al habilis.
  2. Forma del cráneo característica, con bóvedas aplastadas (platicefalia), torus angular en la parte posterior e inferior del occipital y paredes craneales gruesas como consecuencia del comienzo de la inclusión de oquedades minúsculas, que permiten ganar espesor sin aumentar de peso (neumatización).
  3. La cara cuenta con un arco supraciliar grueso y continuo, un verdadero torus aplanado por su parte superior.
La característica morfológica más acusada del grado erectus es la de un aumento notable de la capacidad craneal, que dobla en la práctica los volúmenes de alrededor de 500 cc, o poco más, propios de los Homo habilis y está muy por encima también de Kenyanthropus rudolfensis. El descubrimiento de restos postcraneales tan completos como el niño de Nariokotome, ha llevado a matizar el sentido evolutivo de ese aumento cerebral, entendiendo que en parte no sería sino una consecuencia lógica del aumento del tamaño de todo el cuerpo. Una expansión alopátrida así rebaja un tanto el alcance de las hipótesis acerca del crecimiento relativo del cerebro en el Pleistoceno Medio, pero no hace sino confirmar el proceso evolutivo del linaje humano en esa época: hubo presiones selectivas a las que los homínidos respondieron aumentando de tamaño. Por otra parte existen evidencias muy ilustrativas de que las técnicas de construcción de útiles de piedra fueron ganando en complejidad, cosa que lleva a entender que no fueron sólo los cráneos, sino también las propias capacidades cognitivas, quienes sufrieron un incremento notable. Entre los ejemplares tempranos de África (850 cc) y los tardíos de Asia (1.150 cc) se da un incremento de un 25%.
Mientras la caja craneal y el encéfalo se expanden, el rostro y el sistema masticador se reducen.
  1. Tamaño corporal muy grande.
  2. Platicefalia.
  3. Toro supraorbital.
  4. Cresta occipital.
  5. Hueso occipital muy angulado.
  6. Rostro ancho y aplastado.
  7. Prognatismo menor que los Habilis.
  8. Las líneas temporales sobre las que se insertan los músculos masticadores temporales, están situadas en posición menos elevada que en los australopitecos.
  9. Desarrollo de incisivos y caninos en detrimento de premolares y molares, lo que indica un régimen más omnívoro.
  10. La anchura máxima de la caja craneal está siempre situada hacia su base.
Diferencias entre Australopithecus afarensis y Homo erectus.


El grado erectus conserva plesiomorfias:
  1. Proyección hacia fuera de la cara (prognatismo facial)
  2. Molares relativamente grandes, aunque menos que los australopitecinos.
  3. Caninos algo proyectados.
  4. Ausencia de barbilla.
La idea de Dubois de que el erectus sería nuca abajo semejante al sapiens fue pronto abandonada. Alan Walker (1993) estudió seis erectus africanos calculando una altura media de 1,70 y un peso medio de 58 kg. Vandermeersch y Garralda sostienen una variabilidad sexual, individual y poblacional que se ha mantenido hasta hoy, si bien menor a la de habilis o Australopithecus afarensis. De las huellas de Koobi Fora, Behrensmeyer y Laporte (1981) ha deducido una talla de 1,685-1,80; la longitud del paso es pequeña, pero se ha atribuido a un suelo resbaladizo. Trinkaus y Holliday (1997) creen que la talla y el peso, así como el tamaño cerebral, se redujeron en la última etapa del camino hacia el sapiens; solo en latitudes altas se mantiene la masa corporal grande. Cohen y Armelagos (1984) relacionaron esa merma con un cambio de dieta debido a la agricultura. Formicota y Giannecchini (1999) apuntan a factores nutricionales sin descartar variaciones genéticas. La pérdida de masa corporal ha sido interpretada por Kappelman (1997) de forma distinta a la común: La selección de cuerpos más pequeños, favorecida quizá por sistemas de cooperación y comunicación más eficaces, pudo haber llevado a que el tamaño del cerebro se incrementase por el simple hecho de que la masa corporal era menor.
Para Wood y Collard (1999) habilis/rudolfensis, presentan un tamaño corporal mejor adaptado que el erectus a un ecosistema cerrado. El incremento del tamaño corporal en erectus mejora la termorregulación en entornos más áridos. Sus caracteres indican el abandono de toda condición arborícola y una locomoción prácticamente idéntica a la de los humanos modernos:
-       Grandes superficies articulares en los huesos largos.
-       Gran espesor cortical en los huesos de las piernas.
-       Pelvis estrecha con pilares ilíacos marcados.
-       Extremidades superiores más cortas.

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